El virus boca-mano-pie, causado por el virus Coxsackie A16, se transmite de forma frecuente y rápida principalmente en jardines infantiles. Esta se provoca por gotitas, en la que los niños infectados eliminan el virus al toser, estornudar o hablar, y la transmisión oro-fecal, que ocurre cuando las heces de un niño infectado contaminan algún objeto.
Una vez que el virus se incuba en el organismo, los niños pueden desarrollar fiebre, lesiones en la piel tipo ampollas que evolucionan a heridas y costras, generalmente en la boca, manos y pies. Estas lesiones también pueden aparecer en la zona inguinal y mucosa bucal, lo que explica en ocasiones los niños rechazan la alimentación. También algunos pacientes pueden presentar cambios en la consistencia de las heces, tornándose más acuosas.
El virus cuenta con tratamiento que debe ser entregado por un médico, y consiste principalmente en mantener hidratado al menor con líquidos fríos, controlar la fiebre y administrar medicamentos para aliviar el dolor y la inflamación en la mucosa oral.
La duración de la enfermedad suele ser de 7 a 10 días con un buen pronóstico y en la mayoría de los casos se maneja adecuadamente en casa. De todas maneras, es necesario acudir a un servicio de urgencia en caso de que la fiebre no baje con el tratamiento o si se presentan signos de deshidratación.
Las recomendaciones para la prevención son la higiene frecuente de juguetes y lápices, lavado de manos frecuente en niños y educadores, higiene en el cambio de pañales, incluyendo lavado de manos antes y después de mudar a cada niño y desinfección de mudadores y evitar tocarse el rostro tras mudar a un niño para reducir la exposición al virus en ojos, nariz y boca.
En el caso de los adultos, estos pueden ser portadores asintomáticos y contagiar el virus y los niños que contraen la enfermedad generan inmunidad, lo que reduce las probabilidades de volver a enfermarse. Pero en el caso de reinfección, que es poco común, se debe generalmente a otra cepa del virus o a una baja en el sistema inmunológico.
Mónica Guajardo, Académica Facultad de Enfermería, Universidad Andrés Bello