Carta Abierta a la Iglesia Diocesana de Copiapó y a los Hombres y Mujeres de Buena Voluntad

Queridos hermanos y hermanas, que la paz de Jesús sea con todos ustedes. Les saludamos con alegría y esperanza.

Esta carta, nace de la urgencia que presentamos como Jóvenes Católicos, Agentes Pastorales y Laicos Comprometidos de la Iglesia que peregrina en la tierra de Atacama, frente a la acusación en contra del Presbítero Juan Pedro Cegarra López. Nosotros creemos en las investigaciones canónicas realizadas por la Iglesia Católica, en respuesta a la denuncia realizada por la víctima, es por ello que reafirmamos nuestro compromiso de ser una “Iglesia que cuida de la Dignidad de cada persona” con especial cuidado de aquellas que han sido dañadas por parte de ministros y miembros de ella.

Reconocemos el quehacer pastoral y la experiencia del presbítero acusado, pero somos conscientes que aquello no lo exime de la responsabilidad, debemos lograr separar los sentimentalismos y la camaradería para dar paso a la verdad. Las dos investigaciones canónicas, propias de la Iglesia Católica, han encontrado los hechos verosímiles, por lo tanto, nos encontramos ante un hecho real, sumamente doloroso para todos nosotros, pero que sigue siendo verosímil. Entonces, ¿por qué nos obstinamos en negar la verdad? San Pablo nos dice que: “Si un miembro sufre, todos sufren con él” (1 Co 12,26) y esa es lo que gran parte de la Iglesia Diocesana de Copiapó está haciendo, sufrir con la víctima y rechazar tajantemente los hechos de abusos dentro de nuestra Diócesis.

Estos días, hemos escuchado y leído en incontables medios la frase “el Obispo miente”, consigna que solo busca confundir y dividir al cuerpo místico de Cristo, se acusa una mafia dentro de la Iglesia de Atacama o abiertamente de que todo esto es un montaje, convirtiendo a los hermanos que esbozan esta frase, en el fariseo de la parábola del buen samaritano, que al verlo tirado y herido en el camino, pasa por su lado sin compadecerse de él, no obstante muchos laicos comprometidos estamos del lado del herido y queremos enjugar sus heridas, queremos cuidarle y sanar el daño hecho por parte de un sacerdote de nuestra Iglesia de Atacama.

Frente a aquellos hermanos que defienden y siguen encubriendo el abuso sexual, cometido por este presbítero, les recordamos que el Señor nos invita a ser constructores del Reino de Dios, en el día de hoy, reino de justicia y de amor, pero sobre todo, de misericordia, la misma que hoy no se tiene con la víctima, a quien se juzga y se persigue sin reconocer en ella a Cristo doliente, frente a esa actitud, recordemos también queridos hermanos, que el Señor «Dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos» (Lc 1,51-53). También queremos rechazar la persecución que está sufriendo la victima por parte de un grupo de personas que se hacen llamar seguidores de Cristo, olvidando las bienaventuranzas, especialmente la citada a continuación: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” (Mt 5, 10). Llamamos a estos hermanos, a mirar con amor a la víctima y pedir perdón por el dolor que le ha sido causado y por la dignidad que se le ha arrebatado.

Queridos hermanos, hace algunos días el Santo Padre, el Papa Francisco, se refirió a los escándalos de abuso sexual dentro de la Iglesia, diciendo: “Renuevo mi cercanía a las víctimas de todo abuso y el compromiso de la Iglesia de desarraigar este mal”, por esto, queremos unirnos a la voz del Vicario de Cristo y renovar la cercanía de los laicos comprometidos de Atacama con todas las víctimas de cualquier tipo de abuso, tanto dentro de la Iglesia como fuera de ella, y decir con una voz enérgica, ¡Nunca más!

Finalmente queremos animar a toda la comunidad Cristiana de la Diócesis de Copiapó y a los hombres y mujeres de buena voluntad, a que sigamos de pie junto a los que sufren, estos últimos meses hemos sido testigos que podemos construir una mejor nación, donde la dignidad sea la medida de las cosas, por eso, dentro de nuestras comunidades, la dignidad de cada hijo e hija de Dios debe ser respetada, cuidada y valorada, ya que el mismo Cristo nos preguntará, ¿Qué hemos hecho frente a la injusticia y a la necesidad que sufren nuestros hermanos? y ante nuestra respuesta Jesús nos dirá: “«En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.»” (Mt, 25, 40).

Rezamos por todos aquellos que siguen confundidos sin tener los ojos fijos en el Señor, también oramos por el perdón tan necesario en estos momentos y por nuestra propia conversión, para que siempre sepamos ser testigos fieles del Evangelio y que nunca dejemos de preguntarnos ¿Qué haría Cristo en mi lugar?

Que Jesús, Buen Pastor, nos siga animando en el camino hacia el Padre, de la mano de María, Nuestra Señora de La Candelaria, nos bendiga en los quehaceres de nuestra vida, que ella nos siga animando y enseñando, a ser una verdadera Iglesia que cuida la dignidad de cada persona.

Jóvenes Católicos, Agentes Pastorales y Laicos Comprometidos de la Diócesis de Copiapó

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