Según un estudio aplicado a jóvenes de cinco universidades chilenas, el alto consumo de alcohol durante los fines de semana está relacionado con una mala calidad de sueño y alimentación alta en frituras y chatarra.
La transición de la adolescencia a la edad adulta es una etapa crítica del ciclo vital. Por eso, hábitos poco saludables entre la población universitaria, como el consumo de alcohol, alimentarse mal o dormir poco, si se prolongan durante la adultez, pueden poner en riesgo la calidad de vida y la salud de las personas.
Un estudio multicéntrico liderado por Samuel Durán, director del Magíster en Nutrición en Salud Pública de la Universidad San Sebastián junto a la académica de la Universidad de Playa Ancha Mirta Crovetto, evaluó a un total de 1.455 estudiantes de 5 universidades chilenas para conocer la relación entre alcohol, dieta y sueño.
El objetivo de la investigación, que acaba de ser publicada en la revista Human Nutrition & Metabolism, era asociar el consumo excesivo de alcohol durante los fines de semana –entendido como un consumo mayor a cuatro tragos o más por ocasión, en el caso de las mujeres, o de cinco tragos o más por ocasión, en el caso de los hombres – con el Índice de Masa Corporal (IMC), la dieta, la calidad del sueño y el consumo de tabaco entre los estudiantes.
Dieta abundante en grasas y azúcares
“Encontramos que los universitarios que consumían alcohol en exceso el fin de semana tenían mayores problemas de sueño, somnolencia y mayor dificultad para quedarse dormidos. Además, que esas personas también tenían dietas poco equilibradas y un alto contenido de alimentos poco saludables”, indica Samuel Durán.
Del total de estudiantes analizados, el 26% reportó un consumo excesivo de alcohol los fines de semana. De ellos, los hombres (36%) presentaron un mayor consumo de comida chatarra, frituras y bebidas que aquellos que no bebían alcohol, mientras que las mujeres (64%) indicaron mayor consumo de chatarra, frituras y alimentos dulces, como galletas.
“Esta alimentación, que consiste básicamente en ultra procesados altos en calorías y ricos en grasas saturadas, grasas trans y azúcares, lo que va a llevar es a un incremento del peso corporal, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares e incluso algunos tipos de cánceres asociados al exceso de grasa corporal”, asegura Samuel Durán.
Según indica Durán, no se identificaron mayores diferencias entre los estudiantes de universidades del norte, centro y sur de Chile. “Los universitarios se comportan bastante parecido en general, con un alto consumo de alcohol, tabaco, comida poco saludable; duermen mal y poco. El tema es que muchos de ellos continúan con esta rutina toda su vida, porque la normalizan y eso es lo peligroso”, asegura el académico y ex presidente del Colegio de Nutricionistas de Chile.
Dificultades para dormir
Según indica el académico, el consumo excesivo de alcohol también resultó estar directamente relacionado con alteraciones del sueño, altos niveles de somnolencia y dificultad para dormir. Para el estudio se realizó un cuestionario de hábitos alimentarios y el Insomnia Severity Index, test que evalúa la gravedad del insomnio y la satisfacción del sueño, entre otras variables.
El resultado más novedoso del estudio fue la asociación entre el consumo de alcohol de fin de semana y el insomnio por género. Entre los hombres se identificó una mayor latencia del sueño; es decir, que el tiempo que se tardan en lograr la transición de la vigilia total al sueño es mayor, lo que afecta en que este no sea reparador ni duradero.
En cuanto a las mujeres, se observó que las consumidoras regulares de alcohol presentan niveles de insomnio significativamente más altos que las no consumidoras. Las causas podrían explicarse por el hecho de que estas son más propensas a despertarse más y tienden a desarrollar insomnio después de la pubertad.
Durán asegura que dormir bien es importante para la memoria, porque “todo lo que uno aprende de día, va quedando fijo en el cerebro durante la noche”. Además, señala que las alteraciones del sueño producen desajustes en el reloj biológico y los niveles hormonales. Dormir mal puede llevar a un aumento del cortisol que tiene que ver con el estrés, o de la hormona grelina, que favorece el apetito.
“A corto plazo, dormir mal tiene efectos en la calidad de vida, como sentir sueño y tener poco ánimo; mientras que a largo plazo puede llevar al desarrollo de enfermedades crónicas como obesidad, diabetes, hipertensión e incluso depresión”, señala el académico.
Para hacer frente a esta situación, el académico advierte que es necesario que las universidades se hagan cargo, por ejemplo, incorporando ramos de estilo de vida, que les permitan hablar de este tema a través del fomento de estilos de vida saludables, favorecer el consumo de frutas y verduras dentro de sus instalaciones y generar más espacios para la actividad física.
“Es importante recalcar el mensaje de que duerman lo recomendado, enseñarles sobre el consumo moderado, ojalá bajo, de alcohol, entendiendo que a futuro serán ellos los profesionales que van a impactar sobre las políticas públicas, desde sus áreas de trabajo. Entonces no solamente está el efecto personal, sino que también un efecto en la sociedad a largo plazo”, concluye el director del Magíster en Nutrición en Salud Pública USS.